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Las verdaderas inversiones de los Capitales de Riesgo son las personas

26 Dic

Son las 11 de la noche, y todo el mundo se ha ido ya de la oficina. Las seis personas que han creído en el proyecto, que se han venido a trabajar y que están muy motivados. Juan, nuestro emprendedor, sigue mirando el excel que hizo hace seis meses para demostrar que la página que ha empezado funciona y puede tener mucho futuro. Ese excel donde metemos las fórmulas matemáticas y ponemos factores de crecimiento del 50% anual, 10% mensual y por supuesto, un cobro de 5 euros por CPM. Que no quede.

Pero son las 11 de la noche, y Juan ahora cambia a Chrome. Ahora tiene delante de sus ojos la pagina web del BBVA.  Le quedan 43.124,12 euros en la cuenta. Todavía se acuerda de cuando entraron los 200.000 euros. De hecho, fueron 200.102,24 euros. Se acuerda perfectamente porque se dijo a sí mismo: «valemos 102 euros más».

Haciendo cálculos rápidos, Juan sabe que no le deben de quedar más de dos meses de caja. La oficina, que cuesta 1000 euros, amazon, que no cuesta casi nada, y luego tenemos los empleados, que cuestan 27.554 euros, con la seguridad social incluida. Ademas, se acuerda, que tiene que pagar a la persona que esta viniendo a limpiar, porque no le pagó la semana pasada. ¡Ah! y google Adwords, que todavía está contra su tarjeta personal.

Con las manos en la cabeza, vuelve a mirar el Excel, buscando el por qué en ese escenario, ahora debería de estar ganando al menos 5.000 euros al mes. Donde ya deberían de tener 500.000 usuarios pululando por la pagina y además deberían de estar negociando con una agencia de medios online para vender inventario. Pero nada de eso está pasando ahora mismo. El escenario que tiene Juan delante es mucho peor que lo que pone el excel. 

En primer lugar, todavía no han terminado la página principal, tienen todavía puesta la primera versión que lanzaron hace tres meses para demostrar que estaban ya en el mundo. Esa página que copiaron de una página similar de Estados Unidos que tenía un diseño majo.

En segundo lugar, solamente doscientas personas se han registrado en la página, y de esas doscientas, solamente diez vuelven diariamente a ver la página. Desde luego, este número es el que realmente no le cuadra a Juan. ¿Por qué no han entrado los usuarios que había estimado? ¿Por qué no ha crecido como el excel dice?. Así que como buen emprendedor, Juan cambia en el excel los números para reflejar la realidad, y pone los doscientos usuarios en el sexto mes, el vez de los 500.000 usuarios que tenía puesto antes.

¿Resultado? no van a llegar a cobrar los primeros 1.000 euros hasta dentro de otros seis meses. Pero quedan dos meses de caja. 

Lo primero que piensa Juan es en las caras de los inversores que habían puesto los 200.000 euros. Tiene un Capital Riesgo y luego tiene además dos personas que habían puesto de su propio dinero. Cada uno había puesto 25.000 euros, y el capital había puesto los otros 150.000 euros. Cuando se sentó con ellos la primera vez, se dio cuenta de que eran personas que le entendían, y que estaban contagiados con el mismo entusiasmo que tenía Juan. Pero claro, ahora las cosas son diferentes. En la última revisión, hace un mes, Juan les había prometido que la página nueva estaba ya lista, el programador le había prometido lo mismo el día anterior, y lo mismo el diseñador. 

Pero al volver de la reunión, el programador le enseña a Juan unas líneas de código que obviamente no entiende, y le dice que eso está mal hecho, y que el programador externo que había contratado antes dejó un buen desastre que ahora tiene que arreglar. Y eso obviamente es más tiempo del que había estimado.

Esto es lo que siente un emprendedor todos los días desde que empieza el emprendimiento. La angustia de saber que en menos de tres meses se queda sin capital, y de que tiene que cerrar la empresa. Y esto es un sentimiento que no se va nunca, ni si quiera cuando la empresa genera beneficios y ya tiene números positivos.

El emprendedor está todas las noches pensando en qué va a pasar mañana, y cómo va a pagar las nóminas de mañana. Sabiendo que no queda dinero en la cuenta para otro mes más. Tampoco duerme por la noche cuando el programador le ha dicho que tienen que retrasar la salida de la página otro día más. Si consigue dormir, el emprendedor sueña con que sabe programar y se mete a ayudar al programador, para sacar la página. Pero es un sueño, porque a lo más que llega el emprendedor, es a saber decir palabras como caché, la versión de PHP que está usando su equipo, o en qué nodo de Amazon tienen los servidores.

Frustraciones para los que no todos están preparados. Porque este día a día no lo aguanta todo el mundo. Es un día a día en donde el nivel de estrés está al 105% todos los días, y para lo que tienes que estar preparado.

El emprendedor tiene que estar preparado para sentarse un día delante de todas las personas a las que ha convencido para entrar y decirles:  Lo siento, pero no queda más dinero, tenemos que cerrar la semana que viene.

El emprendedor tiene que ser capaz de sentarse delante de las mismas personas que le han dejado el dinero, y decirles: Caballeros, las cosas no están yendo como prometí, me he equivocado.

Estas no son cualidades que todo el mundo tiene. Saber perder, saber tener en la cabeza que mañana las cosas no van a ir bien, y que probablemente por cada día de entusiasmo y alegría, vas a tener diez días de penuria y estrés. Que por cada empleado que contrates, vas a dormir una hora menos por la noche, y que por cada contrato que firmes, vas a tener un puñado de canas más en la cabeza.

Y la persona que tiene estas cualidades, es una persona que sabe que cada minuto de su capacidad de trabajo, se tiene que dedicar al emprendimiento. Se tiene que dedicar a apoyar y ayudar a las personas con las que trabaja. Se tiene que dedicar a servir a sus empleados. Se tiene que dedicar a preguntar todos los días a sus empleados qué es lo que necesitan, y qué les apetece de beber, para ir a por un café por ellos. Un emprendedor tiene que ser una persona dispuesta a ganar la mitad de sueldo que el programador que ha contratado. Que tiene que saber que su equity va a llegar más tarde que el equity de los empleados que está contratando.

Y ahora sigo con la historia:

Son las 12 de la noche ya, y Juan decide abrir su móvil y escribir un wassap al general partner del Capital Riesgo: ¨Pablo, tenemos que hablar… ¨

A los dos minutos, recibe la respuesta: ¨Estaba esperando este mensaje desde hace ya un mes, quieres que te llame?¨

Juan se da cuenta de que no es el único que sabe lo que pasa. Se sorprende, y le pregunta: ¨Qué es lo que estabas esperando?¨

Pablo, el general partner es una persona que ya ha invertido en otros cincuenta emprendedores (Si, emprendedores, y no emprendimiento…). Este no es el primer emprendedor que le llama a las doce de la noche, y desde luego Pablo sabe que cuando un emprendedor le escribe a las doce de la noche no es para decirle que se han registrado dos mil personas del golpe.

Pablo le escribe de vuelta y le dice: ¨Tranquilo Juan, no estás solo, las cosas van a ir bien. Por qué no vienes mañana a la oficina y vemos los números?¨

Y aquí viene la otra parte que un emprendedor tiene que aprender, no estás solo. El emprendedor no es la única persona que tiene todas las piedras en la mochila. No es la única persona que no duerme por la noche o que se queda mirando el balance de la cuenta bancaria todas las noches.

Los inversores que invierten en emprendedores saben que ese día va a llegar. De las diez inversiones que hacen, algunas veces, una de ellas sale disparada como un tiro, pero siete de esas se pierden. ¿Y las dos que quedan? Pues esas dos que quedan son inversiones que hacen en el emprendedor, es decir, en la persona que emprende. Porque saben que es una persona con mucho potencial, y que aunque el primer emprendimiento no ha funcionado, eso le sirve de lección para el siguiente emprendimiento. El inversor sabe que esas dos inversiones son inversiones a largo plazo, no inversiones a corto plazo.

Juan fue al fondo al día siguiente y se sentó con Pablo. Juntos estuvieron mirando los números y llegaron a la misma conclusión, y es que para que el proyecto salga adelante, tendrán que tener al menos otros 200.000 en caja para que el proyecto salga adelante. 200.000 euros que el fondo estaba ya reservando desde hace un mes, cuando Pablo miró la cuenta y el excel y se dio cuenta de que Juan no iba a conseguirlo. Pero para Pablo, lo más importante era saber si Juan iba a saber fracasar, y si iba a saber declarar su error. Porque Pablo no ha invertido en la página, sino en Juan.

Así que si quieres emprender, lo primero que tienes que aprender, es saber perder.

Por fin salimos a la luz

24 Feb

Hace ya un año y medio, en Noviembre de 2010, me puse en contacto con los tres amigos tanto de la carrera, como del paintball -esto merece otro post- y les comenté la idea de hacer un sistema de pago por móviles. Sin dudarlo, Fernando Ávila, Virginia Masa, Catalina Mayorga y Sebastián Vidal se pusieron en marcha y se vinieron a Santa Mónica para empezar un nuevo proyecto que ahora se llama Kuapay.

La historia en realidad es mucho más larga. Allá por el 2005, finalizada la carrera y llevando ya varios meses trabajando en Accenture, Fernando, compañero de carrera, se puso en contacto conmigo y me dijo que quería que viera una cosa que un amigo había visto en Estados Unidos. Dicho y hecho, nos fuimos a casa de Adeyemi y me pusieron delante de la pantalla donde estaba Facebook. Su pregunta: ¿Es posible hacer esto en España? y mi respuesta: «Dame un día y te lo enseño.». Así que me puse la manta a la cabeza, y con la ayuda de Fernando y Virginia, hicimos el primer prototipo, que tenía ya etiquetas en las fotos. Toda esta historia, con todos los detalles irán en otro post, porque hay muchas cosas que no se han dicho y que merece la pena escribirlas -sólo por lo graciosas que son.

Por esta historia común, decidimos volver a empezar otro proyecto, que es Kuapay. La idea fue ponernos delante de una pizarra blanca y pensar ¿cómo podemos hacer que los pagos sean mejor, y más seguros?. El proceso de pensamientos fue muy simple. Fuimos uno a uno poniendo todos los puntos que un pago, sea del tipo que sea, tienen que cumplir. Al final conseguimos una lista que es la que mantenemos a día de hoy:

1. El pago tiene que ser sencillo

2. Tienes que poder pagar con lo que tienes ya en tu mano

3. Tiene poder pasar sin tener que imprimir papeles

Con estos puntos en la cabeza nos pusimos manos a la obra. Para poder resolver estos problemas, lo primero que hicimos es ponernos una sola prioridad, la experiencia del usuario en el pago. A día de hoy la experiencia del usuario del pago es horrible. Tienes que introducir la tarjeta, introducir un PIN y luego recibir el papel con tu confirmación. En otros países incluso tienes que esperar a que el papel salga, y en vez de introducir el PIN tienes que firmar y posteriormente entregar tu papel firmado. Si estás en un restaurante, tienes que esperar a que te traigan un punto de venta para poder hacer este mismo proceso o dejar que se lleven tu tarjeta. Esto a nosotros nos pareció un buen punto de partida. Es decir, ¿por qué sucede esto? ¿por qué es tan mala esta experiencia? ¿cómo hemos llegado hasta este punto?. Y nos dimos cuenta de que actualmente estamos usando una plataforma de pagos que fue diseñada hace más de 40 años ya. Donde todavía la tecnología que tenemos a día de hoy era impensable. El simple hecho de que tengamos que llevar una tarjeta de plástico con nosotros ya nos da la idea de lo retrasado que está el mundo de los pagos.

Visa y Master Card están al corriente de esto y por esto están obsesionados con lanzar nuevas maneras de pagar que mejoren esta experiencia. Por eso han salido con productos como el NFC en el plástico o como Visa Paywave y Master Card Paypass. La innovación en realidad la lleva Master Card, que es el creador original del estándar mundial de NFC en tarjetas Paypass, que luego compartió con Visa y con American Express para promover la tecnología. Pero siguen teniendo el mismo problema de base, y es que lo que quieren hacer en transformar la capa más superficial de su plataforma de pagos, dejando las capas restantes como están. Es decir, cambiar la capa del plástico y el deslizado de las tarjetas en las tiendas, pero no quieren cambiar cómo funciona el resto de los componentes por detrás, como los procesadores de las tarjetas, los emisores, los agentes, etc.

Esto es lo que nos dio la clave de cómo debíamos atacar el problema. En Kuapay lo que tenemos que hacer es cambiar todas las capas del medio de pago. Es decir, no podemos hacer una solución que añada una capa más -como hace el NFC- o simplemente cambiar una sola capa -como hace SquareUp. Tenemos que cambiar el medio de pago por completo, y tenemos que ofrecer una solución que cambie radicalmente cómo se hacen los pagos. Una experiencia que sea legítima y de la percepción de un pago hecho y terminado. Una experiencia tanto para el usuario como para el comercio.

Así pues, nació Kuapay. Hemos trabajado muy duro para llegar hasta esta posición. Estamos en la segunda revisión de nuestro producto. Hemos hecho pilotos en más de 6 países, incluídos Estados Unidos y Chile. Somos un equipo de más de 30 personas trabajando en dos oficinas diferentes y tenemos la confianza de nuestros inversores detrás del proyecto aprobando todas y cada una de las decisiones que tomamos. Como por ejemplo, la decisión de no salir en ningún medio general hasta el congreso de Barcelona. O que los empleados de la empresa tengan más porcentaje que los inversores. O que todas las pruebas qu

e estuviéramos haciendo por le mundo fueran secretas.

Ahora tenemos la oportunidad de enseñar al mundo el fruto de nuestro trabajo durante los últimos 12 meses. ¡Bienvenido a la nueva forma de pagar!