Archivo | diciembre, 2013

Las verdaderas inversiones de los Capitales de Riesgo son las personas

26 Dic

Son las 11 de la noche, y todo el mundo se ha ido ya de la oficina. Las seis personas que han creído en el proyecto, que se han venido a trabajar y que están muy motivados. Juan, nuestro emprendedor, sigue mirando el excel que hizo hace seis meses para demostrar que la página que ha empezado funciona y puede tener mucho futuro. Ese excel donde metemos las fórmulas matemáticas y ponemos factores de crecimiento del 50% anual, 10% mensual y por supuesto, un cobro de 5 euros por CPM. Que no quede.

Pero son las 11 de la noche, y Juan ahora cambia a Chrome. Ahora tiene delante de sus ojos la pagina web del BBVA.  Le quedan 43.124,12 euros en la cuenta. Todavía se acuerda de cuando entraron los 200.000 euros. De hecho, fueron 200.102,24 euros. Se acuerda perfectamente porque se dijo a sí mismo: «valemos 102 euros más».

Haciendo cálculos rápidos, Juan sabe que no le deben de quedar más de dos meses de caja. La oficina, que cuesta 1000 euros, amazon, que no cuesta casi nada, y luego tenemos los empleados, que cuestan 27.554 euros, con la seguridad social incluida. Ademas, se acuerda, que tiene que pagar a la persona que esta viniendo a limpiar, porque no le pagó la semana pasada. ¡Ah! y google Adwords, que todavía está contra su tarjeta personal.

Con las manos en la cabeza, vuelve a mirar el Excel, buscando el por qué en ese escenario, ahora debería de estar ganando al menos 5.000 euros al mes. Donde ya deberían de tener 500.000 usuarios pululando por la pagina y además deberían de estar negociando con una agencia de medios online para vender inventario. Pero nada de eso está pasando ahora mismo. El escenario que tiene Juan delante es mucho peor que lo que pone el excel. 

En primer lugar, todavía no han terminado la página principal, tienen todavía puesta la primera versión que lanzaron hace tres meses para demostrar que estaban ya en el mundo. Esa página que copiaron de una página similar de Estados Unidos que tenía un diseño majo.

En segundo lugar, solamente doscientas personas se han registrado en la página, y de esas doscientas, solamente diez vuelven diariamente a ver la página. Desde luego, este número es el que realmente no le cuadra a Juan. ¿Por qué no han entrado los usuarios que había estimado? ¿Por qué no ha crecido como el excel dice?. Así que como buen emprendedor, Juan cambia en el excel los números para reflejar la realidad, y pone los doscientos usuarios en el sexto mes, el vez de los 500.000 usuarios que tenía puesto antes.

¿Resultado? no van a llegar a cobrar los primeros 1.000 euros hasta dentro de otros seis meses. Pero quedan dos meses de caja. 

Lo primero que piensa Juan es en las caras de los inversores que habían puesto los 200.000 euros. Tiene un Capital Riesgo y luego tiene además dos personas que habían puesto de su propio dinero. Cada uno había puesto 25.000 euros, y el capital había puesto los otros 150.000 euros. Cuando se sentó con ellos la primera vez, se dio cuenta de que eran personas que le entendían, y que estaban contagiados con el mismo entusiasmo que tenía Juan. Pero claro, ahora las cosas son diferentes. En la última revisión, hace un mes, Juan les había prometido que la página nueva estaba ya lista, el programador le había prometido lo mismo el día anterior, y lo mismo el diseñador. 

Pero al volver de la reunión, el programador le enseña a Juan unas líneas de código que obviamente no entiende, y le dice que eso está mal hecho, y que el programador externo que había contratado antes dejó un buen desastre que ahora tiene que arreglar. Y eso obviamente es más tiempo del que había estimado.

Esto es lo que siente un emprendedor todos los días desde que empieza el emprendimiento. La angustia de saber que en menos de tres meses se queda sin capital, y de que tiene que cerrar la empresa. Y esto es un sentimiento que no se va nunca, ni si quiera cuando la empresa genera beneficios y ya tiene números positivos.

El emprendedor está todas las noches pensando en qué va a pasar mañana, y cómo va a pagar las nóminas de mañana. Sabiendo que no queda dinero en la cuenta para otro mes más. Tampoco duerme por la noche cuando el programador le ha dicho que tienen que retrasar la salida de la página otro día más. Si consigue dormir, el emprendedor sueña con que sabe programar y se mete a ayudar al programador, para sacar la página. Pero es un sueño, porque a lo más que llega el emprendedor, es a saber decir palabras como caché, la versión de PHP que está usando su equipo, o en qué nodo de Amazon tienen los servidores.

Frustraciones para los que no todos están preparados. Porque este día a día no lo aguanta todo el mundo. Es un día a día en donde el nivel de estrés está al 105% todos los días, y para lo que tienes que estar preparado.

El emprendedor tiene que estar preparado para sentarse un día delante de todas las personas a las que ha convencido para entrar y decirles:  Lo siento, pero no queda más dinero, tenemos que cerrar la semana que viene.

El emprendedor tiene que ser capaz de sentarse delante de las mismas personas que le han dejado el dinero, y decirles: Caballeros, las cosas no están yendo como prometí, me he equivocado.

Estas no son cualidades que todo el mundo tiene. Saber perder, saber tener en la cabeza que mañana las cosas no van a ir bien, y que probablemente por cada día de entusiasmo y alegría, vas a tener diez días de penuria y estrés. Que por cada empleado que contrates, vas a dormir una hora menos por la noche, y que por cada contrato que firmes, vas a tener un puñado de canas más en la cabeza.

Y la persona que tiene estas cualidades, es una persona que sabe que cada minuto de su capacidad de trabajo, se tiene que dedicar al emprendimiento. Se tiene que dedicar a apoyar y ayudar a las personas con las que trabaja. Se tiene que dedicar a servir a sus empleados. Se tiene que dedicar a preguntar todos los días a sus empleados qué es lo que necesitan, y qué les apetece de beber, para ir a por un café por ellos. Un emprendedor tiene que ser una persona dispuesta a ganar la mitad de sueldo que el programador que ha contratado. Que tiene que saber que su equity va a llegar más tarde que el equity de los empleados que está contratando.

Y ahora sigo con la historia:

Son las 12 de la noche ya, y Juan decide abrir su móvil y escribir un wassap al general partner del Capital Riesgo: ¨Pablo, tenemos que hablar… ¨

A los dos minutos, recibe la respuesta: ¨Estaba esperando este mensaje desde hace ya un mes, quieres que te llame?¨

Juan se da cuenta de que no es el único que sabe lo que pasa. Se sorprende, y le pregunta: ¨Qué es lo que estabas esperando?¨

Pablo, el general partner es una persona que ya ha invertido en otros cincuenta emprendedores (Si, emprendedores, y no emprendimiento…). Este no es el primer emprendedor que le llama a las doce de la noche, y desde luego Pablo sabe que cuando un emprendedor le escribe a las doce de la noche no es para decirle que se han registrado dos mil personas del golpe.

Pablo le escribe de vuelta y le dice: ¨Tranquilo Juan, no estás solo, las cosas van a ir bien. Por qué no vienes mañana a la oficina y vemos los números?¨

Y aquí viene la otra parte que un emprendedor tiene que aprender, no estás solo. El emprendedor no es la única persona que tiene todas las piedras en la mochila. No es la única persona que no duerme por la noche o que se queda mirando el balance de la cuenta bancaria todas las noches.

Los inversores que invierten en emprendedores saben que ese día va a llegar. De las diez inversiones que hacen, algunas veces, una de ellas sale disparada como un tiro, pero siete de esas se pierden. ¿Y las dos que quedan? Pues esas dos que quedan son inversiones que hacen en el emprendedor, es decir, en la persona que emprende. Porque saben que es una persona con mucho potencial, y que aunque el primer emprendimiento no ha funcionado, eso le sirve de lección para el siguiente emprendimiento. El inversor sabe que esas dos inversiones son inversiones a largo plazo, no inversiones a corto plazo.

Juan fue al fondo al día siguiente y se sentó con Pablo. Juntos estuvieron mirando los números y llegaron a la misma conclusión, y es que para que el proyecto salga adelante, tendrán que tener al menos otros 200.000 en caja para que el proyecto salga adelante. 200.000 euros que el fondo estaba ya reservando desde hace un mes, cuando Pablo miró la cuenta y el excel y se dio cuenta de que Juan no iba a conseguirlo. Pero para Pablo, lo más importante era saber si Juan iba a saber fracasar, y si iba a saber declarar su error. Porque Pablo no ha invertido en la página, sino en Juan.

Así que si quieres emprender, lo primero que tienes que aprender, es saber perder.